La obesidad se está convirtiendo en la epidemia global contemporánea. La primera 100% antropogénica. Es decir, la hemos creado nosotros mismos con nuestro consumo irresponsable de alimentos poco nutritivos y adoptando estilos de vida que favorecen el sedentarismo antes que la actividad física.
Y del mismo modo en el que debemos promover iniciativas que desalienten el consumo de golosinas y comida chatarra en general dentro de las escuelas, también debemos asegurarnos de que estos niños y adolescentes adopten hábitos más sanos tanto fuera como dentro de la escuela. Ahí es donde tú como profe puedes marcar una diferencia. Conversa con tus alumnos, háblales constantemente de los beneficios de llevar una vida activa, de cuidar mejor su cuerpo pues lo van a necesitar funcionando bien por muchos años.
Siempre viene bien predicar con el ejemplo, por lo que podrías promover algunas dinámicas en clase de manera cotidiana que obligue a los alumnos a pararse de sus asientos. Gimnasia de estiramiento, ejercicios y dinámicas fuera del salón de clase son una buena altenartiva.
En paralelo, puedes también dejarles tareas o asignaciones que los obliguen a salir del escritorio en casa. Puedes proponer también el espacio de recreo para que toda la clase partiicipe de un solo juego. Si te involucras y tú también sudas, es posible que logres un impacto aún más positivo en quienes no se animan todavía.
¿Tienes experiencia practicando algún deporte, pero no eres profesor de educación física? Coordina en la escuela para ver si es posible que puedas hacer un taller de deportes extracurricular, invita a tus alumnos a meterse. Un buen desarrollo intelectual va de la mano con un buen desarrollo físico. Estudiantes con problemas de sobrepeso, sedentarios y poco habituados a mantenerse activos, ciertamente van a mostrar un rendimiento por debajo de lo esperado. Tú puedes ser parte del cambio.
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