A diferencia de los ataques epilépticos, las convulsiones febriles suelen observarse en niños pequeños cuando tienen fiebres elevadas. Aunque son episodios igual de violentos y atemorizantes, en este caso pueden durar pocos minutos y cesar por sí solos.
Ante ello, las recomendaciones son:
- Colocar al niño fuera de otros objetos o muebles que puedan causarle daño.
- Aflojarle la ropa para mejorar su circulación.
- No colocar nada en la boca del niño pues se les puede provocar lesiones al tratar de abrir sus mandíbulas o dientes a la fuerza.
- Poner al niño de costado, limpiarlo si es que vomita.
- No dar al niño de beber hasta que no recupere la consciencia.
Si el episodio no cesa o se repite reiteradamente, debemos acudir al médico de manera inmediata. Así también si identificamos en él dificultad para respirar, tiene apariencia muy enferma o vemos que no responde a los estímulos cuando la crisis ha cesado.
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