Cuando los juguetes que hablan silencian a los padres

  • hace 8 años

Hay un problema con los juguetes y aparatos que le 'hablan' a nuestros hijos: hacen que nosostros conversemos menos con ellos. Un estudio  publicado recientemente por la Dra. Anna Sossa de la Northern Arizona University ha encontrado que los padres que le compran a sus hijos juguetes o artefactos de este tipo, tienden a dialogar menos con sus hijos y, en general, a reducir el grado de interacción cotidiano con ellos.

Ocurre que estos juguetes (y también para algunas aplicaciones móviles para tablets o smartphones), al no poder interactuar con el niño, promueven un esquema de estímulo y repetición que imposibilita el diálogo y el desarrollo cognitivo del menor. Por el contrario, niños a los que se les dio más bien rompecabezas, juguetes de madera y libros desarrollaron un lazo comunicativo más estrecho con sus padres. En el estudio de la Dra. Sossa, aquellos padres que le entregaban juguetes electrónicos a sus bebés, "usaron en promedio 35 palabras por minuto, en comparación con las 56 palabras empleadas con juguetes tradicionales y las 67 con los libros". 

No estamos diciendo que no se deba usar ningún aparato electrónico para entretener a los chicos. Pero justamente se debe recordar que la función primordial de estos juguetes es entretener, no formar ni estimular. La cantidad de palabras que un niño aprende en sus primeros años está directamente relacionada con el tiempo que le conversan sus padres. Pero también con cuánto se conecta con el entorno que lo rodea. 

Lo que pasa es que no es poco común que estos juguetes se entreguen a los niños para que 'no molesten'. De esa manera se alienta una conducta que lo aliena de su entorno, haciéndole perder interés por lo que pasa fuera de la pantalla o aparato que tiene delante. El resultado: niños con un vocabulario reducido y limitaciones para la interacción social. 

Los niños necesitan jugar y distraerse, pero pareciera que a veces solo quisiéramos que hagan eso todo el tiempo. Una persona en formación necesita estímulos constantes. Durante sus primeros tres años, su cerebro crece y se desarrolla de forma exponencial. Invirtamos tiempo en hacer que ese desarrollo sea pleno. Está bien tener juguetes modernos, juguetes antiguos, juguetes que hablan y juguetes que no. Pero mucho más importante es tener padres e hijos aprendiendo y creciendo juntos. 


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