Los llamados desórdenes alimenticios afectan a miles de personas alrededor del mundo y se caracterizan por conductas extremas en relación a la alimentación, debido a una alteración en la percepción de la imagen corporal. Es decir, que los jóvenes se obsesionan con verse delgados, por lo que optan por medidas que demandan tanto al cuerpo que terminan por afectar gravemente su salud, e incluso llevarlos a la muerte. Los principales desórdenes alimenticios son la anorexia y la bulimia, que llevan consigo dos conductas extremas. La primera, reducir las raciones o dejar de comer; y para el caso de la bulimia, ingerir mucho alimento para luego purgarse o vomitarlo.
Psicológicamente, en ambos casos aparece una incapacidad para concentrarse y depresión profunda. Podremos observar en los jóvenes, un miedo intenso a subir de peso o verse gordos cuando en realidad no lo son, por lo que se pesan de manera reiterada, cuentan o racionan los alimentos, inventar excusas para ir al baño tras ingerir alimentos (bulimia). Si bien no se sabe con certeza la causa de los desórdenes alimenticios, su impacto se relaciona con los ‘estándares’ de belleza resaltados en los medios de comunicación y las presiones sociales, pero también por dinámicas familiares y sociales difíciles. Muchos adultos se tornan exigentes con los jóvenes, a tal punto que afectan su autoestima y optan por conductas de riesgo. Como docentes, debemos estar atentos a esta problemática que afecta tanto a mujeres como a hombres, especialmente durante la pubertad y adolescencia.
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