La tecnología se ha acoplado a nuestra vida de tal forma que es imposible ya imaginar un mundo en que no contemos con ella para resolver nuestros problemas cotidianos: descubrir el significado de una palabra, encontrar una dirección o recordar un dato importante, digamos tal vez, para la cultura general.
Los que más aprovechan las bondades de la tecnología son los niños, quienes indudablemente han nacido y siguen creciendo con cosas que le parecen tan cotidianas como los smartphones y las tablets, aunque no siempre estuvieron ahí. Sin embargo, los especialistas discuten sobre las posibles repercusiones negativas que podrían tener estos aparatos en la memoria de nuestros niños.
Es natural que el ser humano se adapte para evitar esfuerzos innecesarios en el día a día. Por eso no sorprende que ya haya quienes comenten cómo el uso frecuente de gadgets podría afectar el desarrollo mental de los más pequeños y convertirlos, a la larga, en pensadores perezosos. Es parte de lo que se conoce entre los psicólogos como el efecto Google: la tendencia a olvidar lo que es tan fácil de encontrar en Internet.
Y no es que la gente dedicada a pensar vaya a flojear por tener esta tecnología a su alcance; eso es improbable, dicen los psicólogos. Lo que sí podría pasar es que las mentes más jóvenes o quienes estén acostumbrados a tener un pensamiento intuitivo, empiecen a confiar más en sus teléfonos que en su propia memoria y juicio crítico. Un estudio canadiense de la Universidad de Waterloo confirmó esta sospecha hace poco.
Lo que además se sabe, incluso de antes, es que el uso de artefactos digitales crea trastornos en el sueño de los niños. La luz que emite estos dispositivos hace que, en las noches, se inhiba la producción de la hormona de sueño. Y ya sabemos que el sueño es fundamental para que se consolide la información que aprendemos durante el día, así que no hay duda de lo perjudicial que pueden ser los gadgets para la memoria.
Con esta información tampoco hay que prohibirle a los niños el uso de la tecnología, porque sería una decisión ignorante de la realidad. Lo que sí podemos hacer es mesurar el uso, sobre todo, antes de dormir.
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