¿Cómo funcionan los virus? Respuestas sencillas a preguntas frecuentes

  • hace 3 años

Los virus son un tipo de germen muy pequeño que, cuando entra en nuestro cuerpo, puede enfermarnos y causar una infección. Saber cómo funcionan los virus nos ayuda a entender el trabajo que realiza nuestro sistema inmunológico para mantenernos a salvo. Y en coyunturas como estas, es mejor estar bien preparado e informado.

¿Cómo funcionan los virus? Respuestas sencillas a preguntas frecuentes

A raiz de la pandemia de la Covid-19 (coronavirus), es probable que tengas muchas interrogantes sobre qué son los virus, lo que hacen, cómo funcionan y la manera en que pueden llegar a ser nocivos. Por eso, te dejamos algunas respuestas sencillas a preguntas frecuentes que te sacarán de dudas.

¿Cuál es la diferencia entre virus y bacterias?

Buena pregunta. Los virus y las bacterias son gérmenes microscópicos que causan enfermedades al ingresar a nuestro cuerpo, por lo que el sistema inmunológico responde ante ellos. A pesar de este aspecto en común, los virus y las bacterias son muy diferentes. 

Las bacterias son organismos unicelulares que son capaces de desarrollarse en casi cualquier tipo de ambiente, en donde obtienen los nutrientes que necesitan: materia orgánica, inorgánica, células de animales y plantas en descomposición, y los alimentos que consumimos. En algunos casos, ese ambiente será nuestro cuerpo. 

Sin embargo, no todas las bacterias son malas. Muchas de ellas son buenas para nuestro cuerpo. Nuestra piel e intestinos hacen equipo con las bacterias, también llamadas microbioma. Los microbios que viven en nuestra piel nos ayudan a deshacernos de la suciedad y de las células muertas; mientras que, en nuestros intestinos, las bacterias nos ayudan a digerir la comida.

Las bacterias que pueden ser dañinas, normalmente, crecen en lugares en los que no deberían. Por eso, generalmente, las infecciones bacterianas afectan zonas localizadas del cuerpo. Eso puede irritar o lastimar los tejidos sanos. Algunas infecciones bacterianas comunes son la faringitis, la intoxicación alimentaria y las úlceras.

Por su parte, los virus son más pequeños que las bacterias y no son seres vivos, por lo que no pueden reproducirse por sí mismos, como las bacterias. Los virus necesitan alojarse en una célula huésped que se encargue de la reproducción. Mientras que las bacterias pueden ser dañinas o benéficas, la mayoría de los virus sí nos enferman. Por ejemplo, el rinovirus (resfriado común), la varicela y el herpes. Las infecciones virales provocan síntomas en todo el cuerpo, como congestión, dolor, tos y fatiga.

¿Cómo trabajan los virus en nuestro cuerpo?

Como los virus no están vivos, deben apoyarse de células huésped para completar su ciclo. Ellos “se disfrazan” para engañar a las células de nuestro cuerpo, las cuales los confunden con nutrientes. Luego, los virus entran a las células y actúan como parásitos, infectando células sanas, utilizándolas para reproducirse y destruyéndolas cuando ya no les sirven.

Después de que el virus se reproduce dentro de la célula, se libera, destruyendo la célula huésped en el proceso. El virus usa la membrana de la célula huésped para viajar por el cuerpo sin ser detectado por el sistema inmunológico. Por eso, resulta tan complicado tratarlos. Es difícil para el sistema inmunológico identificarlos y atacarlos.

¿Cómo hace el sistema inmunológico para luchar contra los virus?

El sistema inmunitario ataca a los gérmenes invasores y nos ayuda a mantenernos sanos. Pero, ¿cómo lo hace? Te lo explicamos de una forma sencilla.

Los glóbulos blancos (leucocitos) desempeñan un papel importante en el sistema inmunitario. Hay un tipo de glóbulos blancos, llamados fagocitos, que devoran a los organismos invasores. Otro tipo de glóbulos blancos, llamados linfocitos, ayudan al cuerpo a reconocer a los invasores y a destruirlos.

Los dos tipos de linfocitos son los linfocitos B y los linfocitos T. Los linfocitos se fabrican en la médula ósea y permanecen allí y maduran hasta convertirse en linfocitos B, o bien se desplazan hasta la glándula del timo y maduran hasta convertirse en linfocitos T. Los linfocitos B vienen a ser el “sistema de inteligencia militar” del cuerpo: detectan a los invasores y los inmovilizan. Mientras que los linfocitos T actúan como si fueran “soldados”: destruyen a los invasores que ha detectado el “sistema de inteligencia”.

Entonces, cuando el cuerpo detecta sustancias extrañas o antígenos (estructuras moleculares que se encuentran en la superficie de los virus) que lo invaden, el sistema inmunológico trabaja para reconocerlas y eliminarlas, generando anticuerpos, los cuales son fabricados por los linfocitos B. Estos anticuerpos son unas proteínas especializadas que localizan e inmovilizan a antígenos específicos. Luego, los linfocitos T destruyen los antígenos inmovilizados por los anticuerpos o a aquellas células que se han infectado o que han cambiado por algún motivo. Los linfocitos T también ayudan a indicar a otras células (como los fagocitos) que desempeñen su función.

Estos anticuerpos que se generaron siguen existiendo en el cuerpo de la persona. Por lo tanto, si el sistema inmunológico se vuelve a encontrar con ese antígeno, ya tiene los anticuerpos necesarios para combatir contra él. Por eso, cuando una persona contrae determinada enfermedad, como la varicela, lo habitual es que no vuelva a contraer esa enfermedad. 

Esto también explica que las vacunas sirvan para prevenir algunas enfermedades. Una vacuna introduce en el cuerpo el antígeno de una forma que no hace que la persona vacunada enferme, pero permite que el cuerpo fabrique anticuerpos que la protegerán de futuros ataques por parte del germen causante de esa enfermedad.

Los anticuerpos también pueden:

  • Neutralizar toxinas (sustancias venenosas o perjudiciales) fabricadas por distintos organismos.
  • Activar un grupo de proteínas llamadas complemento que también forman parte del sistema inmunitario. El sistema del complemento ayuda a destruir bacterias, virus y células infectadas.

Todas estas células especializadas y partes del sistema inmunitario ofrecen al cuerpo protección contra las enfermedades. Esta protección se llama inmunidad.

¿Cuáles son los tipos de inmunidad?

Los seres humanos tenemos tres tipos de inmunidad: la innata, la adaptativa y la pasiva.

  • La inmunidad innata: todo el mundo nace con una inmunidad innata (o natural), un tipo de protección general. Por ejemplo, la piel actúa como una barrera para impedir que los gérmenes entren en el cuerpo. Y el sistema inmunitario sabe reconocer cuándo algunos invasores pueden ser peligrosos.
  • La inmunidad adaptativa: la inmunidad adaptativa (o activa) se desarrolla a lo largo de la vida de una persona, cuando esta se va exponiendo a enfermedades o se inmuniza a ellas a través de las vacunas.
  • La inmunidad pasiva: la inmunidad pasiva es un tipo de protección "prestada" de una fuente externa y es de breve duración. Por ejemplo, los anticuerpos que contiene la leche materna proporcionan al bebé una inmunidad temporal contra las enfermedades a que se había expuesto su madre.

¿Cómo funcionan los virus? Respuestas sencillas a preguntas frecuentes

¿Se puede contraer el mismo virus más de una vez?

Sí y no. Los virus son prolíficos y existen muchos subtipos y cepas. Aunque podrías tener el mismo tipo de virus en distintas ocasiones, quizá solo te sentirás enfermo cuando tu cuerpo se tope con una nueva cepa o subtipo.

El virus que causa los resfriados comunes tiene cientos de subtipos y cepas. Cada vez que te da resfrío, tu sistema inmunológico está luchando contra la cepa específica que lo enfermó, y al mismo tiempo tú estás desarrollando anticuerpos para etiquetar ese subtipo específico de rinovirus.

Si te vuelve a tocar la misma cepa del virus, tus anticuerpos le dirán a tu sistema inmunológico que lo ataque. Sin embargo, si es una nueva versión del virus, puede que no tengas la misma suerte. Recuerda que los virus constantemente mutan para poder sobrevivir. En cuanto tu sistema inmunológico aprende a bloquear un virus, una nueva versión de éste puede aparecer y pasar inadvertida. Esa habilidad se traduce en que puedas enfermarte del mismo virus otra vez.

¿Qué son los síntomas?

Los síntomas son señales físicas creadas por nuestro cuerpo para decirle que algo está mal. Lo alertan de posibles infecciones causadas por bacterias o virus. Con el tiempo, los síntomas mejoran, mientras que el sistema inmunológico elimina la infección de nuestro cuerpo.

La mayoría de los síntomas son detonados por gérmenes que irritan las células sanas. Pueden causar irritación de garganta, estimular la producción de mucosa y elevar la temperatura corporal (fiebre). Pero los síntomas que experimentamos cuando nos sentimos enfermos, de hecho, pueden ayudar a que nuestro cuerpo combata la infección.

Por ello, síntomas como la fiebre, tos, secreciones nasales y estornudos son, en realidad, buenos; ya que nos alertan de que algo está mal y nuestro sistema inmunológico está reaccionando a ello para protegernos y, expulsar y eliminar los gérmenes. De aquí la importancia de usar una mascarilla para evitar su propagacion. 

¿Por qué las personas experimentan diferentes síntomas?

Nuestra genética tiene mucho que ver con la manera en la que nuestro cuerpo combate una enfermedad y, como no hay dos personas que posean los mismos genes, todos respondemos a los gérmenes de manera distinta y nuestra reacción a una infección no será la misma en todos los casos.

El proceso inmunológico comienza en el vientre materno con los anticuerpos y los gérmenes heredados por la madre (esto se conoce como inmunidad pasiva, y es temporal en los recién nacidos). La información recibida tras contraer cualquier enfermedad es almacenada en nuestros genes para que nuestro sistema inmunológico se pueda adaptar. De esa forma, producimos anticuerpos para detectar infecciones en el futuro.

Así, cuando experimentamos síntomas causados por alguna infección, es probable que nuestros genes no se hayan encontrado con ese germen antes. Por otro lado, si alguien más ya ha desarrollado una respuesta inmune a esa infección, puede que nunca experimente síntomas.

Otro factor que afecta la manera en la que experimentamos síntomas es el estilo de vida, sobre todo, el tabaquismo. Cuando se trata de un resfriado, los síntomas de la mayoría de la gente ceden relativamente rápido. Los no fumadores experimentarán tos y congestión moderadas que se resuelven con el tiempo, pero los fumadores padecen una experiencia distinta. Fumar mata las células que recubren la nariz, garganta y pulmones, y debilita significativamente la respuesta inmunológica. El tejido dañado tarda más en repararse, provocando que síntomas como la tos y la congestión duren más tiempo.

¿Tratar los síntomas de una enfermedad puede prolongar la infección?

Todavía no existe mucha evidencia que sugiera que tratar los síntomas de una enfermedad provoque que ésta dure más. Algunas infecciones virales serias (como la influenza) pueden tardar bastante en desaparecer. Eso no tiene nada que ver con los medicamentos que tomes para tratarla. Hasta el sistema inmunológico más fuerte necesita tiempo para expulsar la influenza.

La congestión y la tos se vuelven molestos muy rápido, así que es razonable buscar una cura. Los descongestionantes pueden ayudarte a sentirte mucho mejor rápidamente, ayudando a despejar tu nariz y garganta. Lo mismo con los supresores de tos. Sin embargo, este tipo de tratamientos no interfieren directamente con tu respuesta inmunológica.

Algunas infecciones requieren medicamentos más potentes. Las infecciones bacterianas, como la faringitis, necesitan antibióticos para matar las bacterias que te están enfermando. Estas medicinas identifican la fuente de la infección (la bacteria) y la eliminan de tu cuerpo, acortando la vida de la infección y ayudándote a sentirte mejor.

En el caso de que la infección que padeces necesite de medicamentos esteroideos, puede que notes un incremento en el tiempo que te sientes enfermo. Los esteroides tratan la inflamación, que en ocasiones puede ser causada por alguna infección en el cuerpo. Esto representa una supresión temporal de tu respuesta inmunológica habitual, lo que puede causar que la infección que está provocando la inflamación dure más tiempo. 

¿Cuándo es necesario tratar la fiebre?

Si tienes fiebre, quizá sea mejor que esperes a que se pase sola. Tomar medicinas para reducir la fiebre puede parecer conveniente en el corto plazo. Sin embargo, en el largo plazo, estarías entorpeciendo la reacción natural de tu cuerpo contra la infección.

La fiebre se presenta cuando tu temperatura corporal se eleva para disminuir la propagación de un virus o bacteria. Los gérmenes prosperan en la temperatura corporal normal, así que subir el calor es la estrategia de tu organismo para forzarlos a salir. Por eso, reducir la fiebre hace que tu cuerpo se convierta en un ambiente más amigable para los patógenos que lo están enfermando.

Lo recomendable es que, si la fiebre que tienes es baja (menos de 38.3° C para niños y 39.4° C en adultos), procures evitar medicamentos para bajarla. Mejor deja que tu cuerpo haga su trabajo y combata la infección. Por otro lado, si tu temperatura se eleva a más grados de los mencionados, comunícate con tu médico para que te diga qué medicamentos usar. Lo mismo si tu hijo con fiebre deja de tomar líquidos, se muestra apático y no hace contacto visual contigo. 

Recuerda que, para evitar la diseminación de los virus, debes lavarte las manos con frecuencia, en especial antes de comer y después de ir al baño. Pero, la mejor forma de prevenir que una infección se agrave es fortaleciendo nuestro sistema inmunológico. Esto se logra con un estilo de vida saludable: actividad física regular, alimentación nutritiva y balanceada, evitar sustancias nocivas para la salud, dormir bien, y manejar el estrés y la ansiedad.

Asimismo, las vacunas pueden ayudar a que tu cuerpo cree anticuerpos antes de que hayas sido expuesto a un virus en tu vida diaria. De esta manera, tu cuerpo estará listo para combatir el virus específico si este se presenta algún día.

Fuente:

https://askthescientists.com

https://kidshealth.org

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