Una de las mayores frustraciones de los padres es que sus hijos no les hagan caso. Los pequeños pueden adoptar una actitud desobediente, levantando la voz, haciendo pataletas, alzando los hombros y hasta ignorando a sus padres. ¿Qué explicación tiene este comportamiento? Esta conducta infantil depende de ciertos aspectos del comportamiento en su educación que los adultos pasan inadvertidos.
El error más común es hablarle a tu hijo de forma amenazante, culpándolo, regañándolo y usando frases como “no puedes ver la televisión, porque tienes que hacer las tareas” o “¿por qué no haces caso? Eres un malcriado”. Palabras que más que ayudar a la situación, la empeoran. Una frase directa y clara basta.
Entonces, ¿cómo abordar esta situación de desobediencia? Si tu pequeño es inquieto y le dices que es un malcriado y que ya no lo soportas, este jamás te hará caso. En cambio, si lo llamas por su nombre y le das un ejemplo de buena conducta, el niño entenderá mejor. Por ejemplo: “Pedrito, cuando yo tenía tu edad hacía todas mis tareas antes de jugar. ¿Puedes hacer eso?”. De esta manera, lo animarás a hacerte caso y a ser responsable, sin necesidad de herir sus sentimientos.
Por otro lado, más que malcriadez, podría ser que tu pequeño no entienda lo que le estás diciendo. Por ello, es importante que le hables claramente, sin gritos ni acusaciones. Recuerda que es un niño y será peor para su conducta y desarrollo si le gritas, culpas y castigas sin dialogar claramente con él.
Es muy probable que así como tú piensas que tus hijos no te hacen caso y no te escuchan, ellos piensen lo mismo, que tú no los escuchas y no les haces caso. Es necesario que tu relación con él sea cercana y de confianza para que te obedezca.
¿Qué hago si mis hijos no me hacen caso?
Si tu hijo no te hace caso cuando le pides que haga algo o que deje de hacerlo, intenta lo siguiente:
- Háblale tranquilamente, sin gritar.
- Míralo a los ojos cuando le hables. Debes estar frente a él cuando le pidas algo, no sirve gritarle desde otra habitación.
- Procura tener contacto físico con tu pequeño al hablarle. Pon tu mano en su hombro o sujétale las manos suavemente. Asegúrate que te está prestando atención.
- Pídele cosas fáciles de hacer y específicas. No las hagas en forma de preguntas o sugerencias, ya que puedes dar pie a que no las cumpla.
- No le des muchas instrucciones a la vez que se puede estresar y confundir. De una en una y con suficiente tiempo como para que las cumpla.
- No te contradigas. Si las órdenes que le das a tu hijo se contradicen con otras que le has dado anteriormente o con las que le ha dado otro adulto, lo estarás confundiendo. Es mejor que te pongas de acuerdo con los otros adultos en casa.
- Intenta condicionar la petición. Por ejemplo: “Pedrito, si tiendes tu cama, jugaremos a la pelota más tarde”.
Recompensas y castigos
Si después de pedirle algo a tu hijo le ofreces algo positivo, este lo hará siempre. Si quieres que por su propia voluntad haga algo, dale una recompensa después de hacerlo. En psicología se llama reforzador.
Las recompensas o premios pueden ser materiales (juguetes, comida, bebida, etc.) o pueden ser sociales (sonrisas, comentarios agradables y positivos, etc.). Lo ideal es que la recompensa material vaya junto con la social. Es decir, al darle el juguete nuevo, dale también una sonrisa y un halago. También está el reforzador de actividad. Cuando tu pequeño haya hecho lo que le pides, permítele hacer después la actividad que a él más le guste.
Al principio, cuando tu pequeño esté aprendiendo la nueva conducta, conviene que le premies siempre que lo haga. Sin embargo, poco a poco, según se convierte en un hábito para el niño, conviene que retires paulatinamente el reforzador, es decir, le darás el premio intermitentemente.
Un último consejo es que recuerdes dar siempre el ejemplo. Después de todo, tus hijos siempre te verán como su modelo a seguir.
Fuente:
www.psicologotenerifeonline.com
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